martes, 23 de abril de 2013

MUJERES


Leemos actualmente  en el club de lectores de los jueves de Cádiz, Mujeres de ojos  grandes.  de Ángeles  Mistretta.

Es novela dividida en brevísimos textos  independientes pero  en todos ellos  late el espíritu  de la mujer segura y  determinada,  la mujer como protagonista indiscutible. Y  ¡que mujeres!  Yo le quitaría el apellido  y en  la portada solo titularía,  MUJERES.  Los ojos en este caso no deciden,  pienso.

Las mujeres todas ellas mejicanas como la autora, tienen  la razón de vivir  a flor de piel,  la búsqueda de la felicidad por encima de todo y  los deseos alcanzados en casi todas las historietas.

Me gusta como narra Mastreta  las vidas de tantas mujeres  supeditadas al  azar,  pero con la determinación racional  unida al instinto. En algunas  ocasiones muchas de ellas no se detienen  ante el   qué  dirán y se produce el cambio en sus vidas.

Novela de extraordinaria atracción, no solo por la variedad de las muchas historietas, sino por la forma tan original y divertida de las expresiones que maneja su autora.  Pequeños relatos  como dije,  pero en los que late la dulzura o la pasión en casi todos ellos y no exentos  de una ligera  pincelada erótica que se adivina desde el comienzo.

La  novela  nos brinda  en sus diversos  textos  una lección de autenticidad,  un gusto  natural por la vida o por la idiosincracia y  las costumbres del  país centroamericano.

Leonor, la primera mujer de ojos grandes, “se casó  a los diecisiete años con la cabeza y con un hombre que era justo lo que una cabeza elige para cursar la vida” Este comienzo  que he entrecomillado me abrió la curiosidad,  me hizo intuir que no se trataba de una novela vulgar y no me equivoqué.

La tía Leonor  se casó con un notario mucho mayor que ella, rico, riguroso, serio. Mezcla explosiva para un matrimonio tan dispar.

“Del circo cariñoso que el notario montaba  por lo menos tres veces a la semana, llegaron  a la panza de tía Leonor primero una niña y luego dos niños.” ¡Que cosas ¡

Un día menos pensado  y los nísperos tuvieron la culpa cuando se encontró con su primo Sergio, al que no veía desde que pequeños jugaban en la hacienda de la abuela común. Y con ella se encontraron casualmente.

“Salieron  a punto de quitarse la ropa,  bajaron  al jardín y volvieron tres horas después  con la paz en el cuerpo y tres ramas de nísperos.”

La  de tía Elena,  la segunda mujer de ojos grandes, que no es de las mejores historietas narradas,  dice al final de la misma: “No  llevaba más equipaje  que el futuro y la temprana certidumbre de que el más cabal de los hombres tiene un tornillo flojo.

Quiero ver en algunos párrafos  la sonoridad del estilo quevediano, cuando en la  tercera historieta dice Mastretta  de la tía Charo:  “ Mujer a la que gustaba  estar en el mundo, recorrerlo con sus ojos inclementes y afilarlos con su voz apresurada “.  Es la manera  de describir a una mujer cotilla, lo más “piadoso”  que podía decir de la tal Charo, de la que también dijo al describirla que tenía  “ la espalda inquieta y la nuca de porcelana “

Otra interesante  mujer es la tía Valeria, “la que con frecuencia  echaba la cabeza para atrás y suspiraba, como  quien termina con un deber  fascinante.

Son más de treinta historias que se corresponden con otras tantas mujeres. Novela atípica que se adentra en el alma de esas  mujeres sencillas, cortas biografías no exentas de ironía y de todo el sarcasmo  del que su autora es susceptible.

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