Leemos actualmente en
el club de lectores de los jueves de Cádiz, Mujeres de ojos grandes. de Ángeles
Mistretta.
Es novela dividida en brevísimos textos independientes pero en todos ellos late el espíritu de la mujer segura y determinada,
la mujer como protagonista indiscutible. Y ¡que mujeres!
Yo le quitaría el apellido y en la portada solo titularía, MUJERES. Los ojos en este caso no deciden, pienso.
Las mujeres todas ellas mejicanas como la autora, tienen la razón de vivir a flor de piel, la búsqueda de la felicidad por encima de
todo y los deseos alcanzados en casi
todas las historietas.
Me gusta como narra Mastreta las vidas de tantas mujeres supeditadas al azar, pero con la determinación racional unida al instinto. En algunas ocasiones muchas de ellas no se detienen ante el
qué dirán y se produce el cambio
en sus vidas.
Novela de extraordinaria atracción, no solo por la variedad de las muchas historietas, sino por
la forma tan original y divertida de las expresiones que maneja su autora. Pequeños relatos como dije, pero en los que late la dulzura o la pasión en
casi todos ellos y no exentos de una ligera
pincelada erótica que se adivina desde
el comienzo.
La novela nos brinda
en sus diversos textos una lección de autenticidad, un gusto
natural por la vida o por la idiosincracia y las costumbres del país centroamericano.
Leonor, la primera mujer de ojos grandes, “se casó
a los diecisiete años con la cabeza y con un hombre que era justo lo que una cabeza elige para cursar la vida”
Este comienzo que he entrecomillado me
abrió la curiosidad, me hizo intuir que
no se trataba de una novela vulgar y no me equivoqué.
La tía Leonor se casó
con un notario mucho mayor que ella, rico, riguroso, serio. Mezcla explosiva
para un matrimonio tan dispar.
“Del circo cariñoso
que el notario montaba por lo menos tres
veces a la semana, llegaron a la panza
de tía Leonor primero una niña y luego dos niños.” ¡Que cosas ¡
Un día menos pensado y los nísperos tuvieron la culpa cuando se encontró con su primo Sergio, al que no
veía desde que pequeños jugaban en la hacienda de la abuela común. Y con ella
se encontraron casualmente.
“Salieron a punto de quitarse la ropa, bajaron
al jardín y volvieron tres horas después
con la paz en el cuerpo y tres ramas de nísperos.”
La de tía Elena, la segunda mujer de ojos grandes, que no es de
las mejores historietas narradas, dice
al final de la misma: “No llevaba más equipaje que el futuro y la temprana certidumbre de que
el más cabal de los hombres tiene un tornillo flojo.
Quiero ver en algunos párrafos la sonoridad del estilo quevediano, cuando en
la tercera historieta dice
Mastretta de la tía Charo: “
Mujer a la que gustaba estar en el
mundo, recorrerlo con sus ojos
inclementes y afilarlos con su voz apresurada “. Es la manera de describir a una mujer cotilla, lo más
“piadoso” que podía decir de la tal
Charo, de la que también dijo al describirla que tenía “ la
espalda inquieta y la nuca de porcelana “
Otra interesante mujer es la tía Valeria, “la que con frecuencia echaba la
cabeza para atrás y suspiraba, como
quien termina con un deber fascinante.
Son más de treinta historias que se corresponden con otras
tantas mujeres. Novela atípica que se adentra en el alma de esas mujeres sencillas, cortas biografías no
exentas de ironía y de todo el sarcasmo
del que su autora es susceptible.