¡ Que viene Herrero !
lunes, 10 de octubre del 2011 a las 12:00
Manolito tenia siete años , vivía con sus padres e Isabelita su hermana, un año mayor que él y su abuela materna Ramona. Era esta la familia de Manolito en aquel poblado norteafricano. Era un niño dócil que asistía a las clases y que cumplía rigurosamente con todas las normas que la represiva sociedad del momento le demandaba.
Dicho esto no era difícil comprobar que Manolito era persona sin grandes exigencias y sin grandes problemas, eso si, el sometimiento a los mayores era una realidad insoslayable y el respeto a la norma era tan incuestionable como el desarrollo de los deberes diario.
Manolito tenia muchas veces la boca abierta no por la admiración de algo maravilloso para él , sino al parecer por alguna causa orgánica, supongo. Su madre Mercedes le decía con frecuencia –¡ Manolito cierra la boca!. Ni que decir tiene que la reacción era inmediata y sin rechistar, obedecía .
Manolito tienes la boca como el buzón de Correos, le repetía a veces. Esto parece que ya no le hacía ni pizca de gracia, pues se veía asimismo como esos enormes leones melenudos, de latón verdecidos por el óxido y tragándose las cartas en el exterior de la oficina de Correos.
Entre el circulo de amistades de la familia de Manolito estaba el médico Herrero, que así se apellidaba, el que con mas asiduidad les visitaba en las aburridísimas tardes invernales. Ese aburrimiento tan propio de los niños de la época , y que no experimentan nuestros niños de ahora con tantos juguetes electrónicos.
Cierto día Herrero ve la boca abierta de Manolito y aventura un conocido diagnóstico y pronuncia una palabra que al niño se le antojó extrañísima, "vegetaciones". " Y a ver si me lo llevan al consultorio un día de estos " Esta última frase del galeno no sentó muy bien al niño, que huía de una bata blanca como gato del agua.
La vida transcurría apaciblemente sin la menor alteración. Ramona paseaba por los alrededores de la casa sola o con sus nietos y charlaba con los morillos de la escuela. De ellos aprendía palabras que a ella le interesaban relacionadas con la cocina, canela-carfa, laurel-randa. A su nieto al que adoraba, le libraba de alguna pelea cuando se enredaba con algún morillo de su edad.
Un día mandan a Manolito con un frasco conteniendo la orina de Ramona, para ser analizada, al consultorio del pueblo. Este se divisaba desde la casa a una distancia no muy lejana.
El Consultorio lleno de indígenas y casi todos con enfermedades endémicas de la región, conjuntivitis y tiña, extrañábanse de la presencia del niño europeo con el frasco en la mano.
-¡Hola Manolito le dice la enfermera, ven pasa !
Entra el niño en la consulta de Herrero y este le dice:
-Ven siéntate aquí.
- Yo he venido a traer la orina de mi abuela.
Una sonrisa maliciosa, la complicidad entre enfermera y médico auguraban lo peor . Manolito se impacientaba y sentíase cada vez mas acorralado
-Siéntate que quiero ver una cosa, dice Herrero
-¡¡Que no me siento ea!!. a la vez que decía de forma recurrente lo de .... yo he venido para traer la orina de ni abuela.
Herrero insta a la enfermera que le ayude a sujetarle
Sentado en el sillón del quirófano con la boca cerrada, por esta vez, se espera lo peor.
-Manolito, ordena Herrero ¡ Abre la boca !
- ¡Que no !
El médico con una mano fuerza en los carrillos del niño para abrirle la boca, mientras con la otra introduce los dedos para explorarle.
No se lo pensó dos veces, Manolito muerde con todas sus fuerzas los dedos de Herrero que exclama ¡ ay granuja ! y deja libre al niño que sale despavorido hacia su casa.
El recuerdo inmediato de este suceso, llevará momentos de strés y toda la resonancia emocional que conlleva esos traumas infantiles.
Se enteró todo el pueblo. Cada vez que el niño veía acercarse a la casa al doctor, salía a esconderse. y su padres le asustaban entre bromas algunas veces con aquello de ¡¡que viene Herrero !!
Dicho esto no era difícil comprobar que Manolito era persona sin grandes exigencias y sin grandes problemas, eso si, el sometimiento a los mayores era una realidad insoslayable y el respeto a la norma era tan incuestionable como el desarrollo de los deberes diario.
Manolito tenia muchas veces la boca abierta no por la admiración de algo maravilloso para él , sino al parecer por alguna causa orgánica, supongo. Su madre Mercedes le decía con frecuencia –¡ Manolito cierra la boca!. Ni que decir tiene que la reacción era inmediata y sin rechistar, obedecía .
Manolito tienes la boca como el buzón de Correos, le repetía a veces. Esto parece que ya no le hacía ni pizca de gracia, pues se veía asimismo como esos enormes leones melenudos, de latón verdecidos por el óxido y tragándose las cartas en el exterior de la oficina de Correos.
Entre el circulo de amistades de la familia de Manolito estaba el médico Herrero, que así se apellidaba, el que con mas asiduidad les visitaba en las aburridísimas tardes invernales. Ese aburrimiento tan propio de los niños de la época , y que no experimentan nuestros niños de ahora con tantos juguetes electrónicos.
Cierto día Herrero ve la boca abierta de Manolito y aventura un conocido diagnóstico y pronuncia una palabra que al niño se le antojó extrañísima, "vegetaciones". " Y a ver si me lo llevan al consultorio un día de estos " Esta última frase del galeno no sentó muy bien al niño, que huía de una bata blanca como gato del agua.
La vida transcurría apaciblemente sin la menor alteración. Ramona paseaba por los alrededores de la casa sola o con sus nietos y charlaba con los morillos de la escuela. De ellos aprendía palabras que a ella le interesaban relacionadas con la cocina, canela-carfa, laurel-randa. A su nieto al que adoraba, le libraba de alguna pelea cuando se enredaba con algún morillo de su edad.
Un día mandan a Manolito con un frasco conteniendo la orina de Ramona, para ser analizada, al consultorio del pueblo. Este se divisaba desde la casa a una distancia no muy lejana.
El Consultorio lleno de indígenas y casi todos con enfermedades endémicas de la región, conjuntivitis y tiña, extrañábanse de la presencia del niño europeo con el frasco en la mano.
-¡Hola Manolito le dice la enfermera, ven pasa !
Entra el niño en la consulta de Herrero y este le dice:
-Ven siéntate aquí.
- Yo he venido a traer la orina de mi abuela.
Una sonrisa maliciosa, la complicidad entre enfermera y médico auguraban lo peor . Manolito se impacientaba y sentíase cada vez mas acorralado
-Siéntate que quiero ver una cosa, dice Herrero
-¡¡Que no me siento ea!!. a la vez que decía de forma recurrente lo de .... yo he venido para traer la orina de ni abuela.
Herrero insta a la enfermera que le ayude a sujetarle
Sentado en el sillón del quirófano con la boca cerrada, por esta vez, se espera lo peor.
-Manolito, ordena Herrero ¡ Abre la boca !
- ¡Que no !
El médico con una mano fuerza en los carrillos del niño para abrirle la boca, mientras con la otra introduce los dedos para explorarle.
No se lo pensó dos veces, Manolito muerde con todas sus fuerzas los dedos de Herrero que exclama ¡ ay granuja ! y deja libre al niño que sale despavorido hacia su casa.
El recuerdo inmediato de este suceso, llevará momentos de strés y toda la resonancia emocional que conlleva esos traumas infantiles.
Se enteró todo el pueblo. Cada vez que el niño veía acercarse a la casa al doctor, salía a esconderse. y su padres le asustaban entre bromas algunas veces con aquello de ¡¡que viene Herrero !!
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